Las lomitas pasan por una gestación de unos dos meses de duración tras la que llega el momento del nacimiento. Normalmente, esto pasa sin complicaciones y la lomita es capaz de parir sola, sin ninguna ayuda. De igual manera, en general, estará preparada para encargarse de cortar los cordones umbilicales, ingerir las placentas y demás restos y limpiar a sus pequeños, que nacen con la conducta innata de acercarse hasta una mama e iniciar la lactancia. Esta se prolongará durante sus primeras semanas de vida.
Todas estas acciones van a desarrollarse sin más intervención humana que la de proporcionarles un lugar limpio, cálido y resguardado donde estar, así como agua y una alimentación adecuada para que la madre pueda producir leche y recuperarse. Solo si observamos que nuestra amiga perruna abandona su camada, no come, tiene fiebre, etc., o los cachorros aparentan estar enfermos debemos intervenir y acudir al veterinario. Por lo tanto, nuestro papel es cubrir sus necesidades básicas y vigilar.
La tranquilidad es fundamental porque entre madre y cachorros deben circular hormonas como la oxitocina, que no puede segregarse en situaciones de estrés como el que les supone una manipulación excesiva. Además, aunque sea nuestra compañera de vida, su instinto le dicta, por encima de todo, que debe proteger a sus cachorros. De ahí que visitas excesivas, presencia de extraños o manoseos habituales sean un factor de estrés. Un manejo inadecuado puede explicar que una lomita esté agresiva después del parto. Y hay que evitarlo, no solo porque puede llegar a gruñir y a morder, sino porque se vería comprometida la producción de leche.
Signos de estrés en nuestra compañerita perruna recién parida.
Entendida la importancia de la tranquilidad para una crianza feliz, el estrés no solo puede manifestarse como que la lomita esté agresiva después del parto. Algunos cuidadores no entienden e incluso les resulta gracioso si la perra esconde a sus cachorros, pero es otro signo de que no está cómoda en sus circunstancias actuales. Si traslada a su familia es porque siente que no está a salvo y, por ello, busca otro lugar. Esto, en ocasiones, llega a poner en peligro a los pequeños, por eso debemos evitarlo proporcionándoles la tranquilidad que todos necesitan.
Otros signos de estrés pueden ser la actitud agresiva, como hemos mencionado, ante visitas inesperadas o una manipulación excesiva de sus cachorros, nerviosismo e inquietud.
Siempre hay que partir de una conducta pasiva, es decir, como explicamos, tenemos que limitarnos a observar y, en función de la reacción de nuestra compañerita, podemos tomarnos más o menos confianzas. Es normal que sintamos el impulso de acariciar y tomar en brazos a los recién nacidos, pero si nuestra amiga perruna no nos deja acercarnos a sus cachorros hay que respetarlo y no forzar el contacto por las consecuencias que hemos explicado. En unas semanas los pequeños ya habrán crecido lo suficiente como para comenzar a interactuar con el entorno, lo que nos incluye a nosotros, y tendremos la posibilidad de acariciarlos, jugar, etc., ante la tranquilidad de su madre. Por eso, no debes preocuparte si, al inicio, tu lomita no te deja tocar a sus cachorros.
Mencionamos anteriormente que el caso más preocupante es la situación en la que esta llega a morder. Dejando a la familia tranquila es posible prevenir esta reacción, lo que incluye no permitir el acceso al parto a otros animales con los que convive en el hogar, de ser el caso. Por muy buena relación que hayan tenido hasta el momento, el instinto de protección es más fuerte y puede empujarla a reaccionar con violencia. En cualquier caso, tanto el gruñido como enseñar los dientes o, finalmente, morder, nos indican un estrés importante que debemos corregir de inmediato.
Para evitar problemas tras la llegada de una camada, la familia debe estar instalada en un lugar tranquilo, alejado del tránsito del hogar y del contacto con otros animales, si los hubiere. El nido que les proporcionemos debe ser sencillo de limpiar, al principio, es normal que nuestra compañerita de vida no quiera separase de sus pequeños durante mucho tiempo. Por eso los paseos deben ser breves y será ella quien los vaya prolongando. Sobre todo, evitemos manipular a los cachorros y no permitamos visitas de extraños que perturben la tranquilidad de la familia. Respetemos las distancias que marca la lomita.
Con estas medidas evitamos llegar a situaciones estresantes o violentas y, si ya hemos vivido alguna, no se repetirá. Por cierto, la lomita puede mostrarse agresiva con sus cachorros según estos vayan creciendo. Así, no es extraño que les enseñe los dientes, les gruña o incluso llegue a marcarles el mordisco, por ejemplo, para evitar que mamen en el período de destete o que coman su comida. Forma parte de la educación de los perritos y no debemos interferir.